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Había llegado el gran momento, el sublime momento de la entrega al amo, el momento de la culminación, ese tan deseado y, a la vez, tan temido momento de convertirte en mi putita particular, en mi perrita, en permitirme usarte a mi antojo, poseerte, dominarte, azotar tus delicadas y, a la vez, deseadas, hermosas, sublimes nalgas. Tu culo era uno de mis mayores deseos, el saber que iba a ser mío me tenía súper excitado, al fin podría poseer ese tan deseado trofeo. Junto a tu culito el resto de tu cuerpo, ese cuerpo de mujer, pero muy mujer, a tus 18 años eras toda una mujer, una mujer que deseaba sentir como su virgen culito era perforado por la lanza de tu amo y señor y, junto a tu culito, como obsequio, el resto de tu cuerpo, cuerpo que
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